Alfonso Teja Zabre

1961-1962

Nació el 23 de diciembre de 1888 en San Luis de la Paz, Guanajuato. A los diez años ingresó en el Instituto Científico y Literario de Pachuca, y a los quince ya se encontraba como alumno de la Escuela Nacional de Jurisprudencia en la ciudad de México. Terminó estos estudios sumamente joven, a los veintiún años. Tuvo tiempo para iniciarse como historiador, más que en escuela, en el taller y junto al oficio de Genaro García. Comenzó así una larga y brillante carrera como jurista y maestro, como historiador, diplomático y periodista; y aún cuando no se dedicó de lleno, incursionó en la novela, en la traducción y en la poesía. Murió a los setenta y tres años de edad en la ciudad de México el 28 de febrero de 1962.

Esta versatilidad de Teja Zabre en parte respondía al generoso propósito según el cual nada de lo realmente humano debe ser ajeno al verdadero humanista. Más por otra parte las demandas y apremios de la etapa postrevolucionaria lo empujaron, como a muchos otros, a la multiplicidad. De las muchas facetas de su vida tal vez la más conocida sea la de historiador. Con sincero patriotismo le gustó descubrir y contar la historia de México a numerosas generaciones más allá de la cátedra. En efecto, durante unos veinte años, de 1930 a 1950, uno de los textos mayormente difundidos de Historia de México en primarias, secundarias, normales y preparatorias eran los suyos. Biografía de México (1931); Historia de México. Una moderna interpretación (1935); Guía de la Historia de México (1944); Breve Historia de México (1947); Alumnos de esos años profesionistas y aficionados se nutrían del panorama histórico y aún del estilo de Teja Zabre. No solo algunos de tales libros se tradujeron a otras lenguas y circularon fuera del país.

Más la obra de Teja Zabre que se ha mantenido con éxito es la biografía de Morelos, cuya primera versión apareció desde 1917. Pulida y enriquecida después de varias ediciones, la escribió de nuevo en 1959. De manera póstuma se ha reimpreso no ha mucho, en 1986. Sin duda que el Morelos de Teja Zabre sigue siendo de bronce, a pesar de señalarle rasgos muy humanos, pero de bronce bien fundido, aunque se echan de menos las notas. Aparte, es un Morelos a tono con la Revolución Mexicana. Cada época tiene su manera de ver y valorar su pasado. Y Teja Zabre interpretó esa visión, al señalar el carácter social del pensamiento y la obra de Morelos.

Por ello a Teja Zabre le interesaban no sólo las biografías de individuos notables, sino también la historia de la colectividad, la historia de las multitudes anónimas. Esta preocupación la expresó desde muy joven en un famoso y premiado poema que lleva por título «Los héroes anónimos». Y efectivamente en sus obras hay frecuentes referencias al pueblo y a la sociedad. Sin embargo, ni el propio Teja, ni el estado general de las investigaciones en su tiempo daban suficiente base para una historia social consistente. De hecho sus principales aportaciones quedaron en marcar el sello personal del acontecer histórico. De tal suerte, otra de sus conocidas biografías fue la de Cuauhtémoc y una de sus últimas y más sesudas investigaciones fue Leandro Valle, un liberal romántico (1956). Su discurso de ingreso a esta Academia Mexicana de la Historia, el 8 de mayo de 1961, tuvo por tema «La locura de don José de Gálvez». Incluso cuando surgieron reclamos, demasiado absolutos, de la historiografía social, Teja Zabre hizo esta prevención.

“Si se olvidara totalmente el factor individual, pretendiendo confinar la historia al análisis de los movimientos de masas y de muchedumbres, de instituciones o entidades abstractas, se haría del estudio histórico una oceanografía del tedio”.

Teja Zabre pertenece al grupo y generación de devotos de Clío para los cuales el discurso historiográfico es un alegato. Son los abogados historiadores. Hay que probar una cosa; hay que rebatir otra. En contrapartida, están en disposición de entender las leyes y los litigios en su dimensión histórica, que permite apreciar la relatividad de la norma presente, así como la profundidad de procesos más trascendentes que los legales. En Teja Zabre el estudio del derecho no sólo fue un período de formación, sino ejercicio cotidiano. Se desempeñó como defensor de oficio, como agente del ministerio público, y como magistrado, primero del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y luego en el Tribunal Fiscal de la Federación. Con especial profesionalismo afrontó los capítulos de los delitos y las penas, así como del derecho laboral, al participar en la revisión y redacción de normas en materia penal, así como al comentar y editar la Ley Federal del Trabajo.

“De mediana estatura, delgado, extremadamente delgado… abundante cabellera gris, nariz larga y ojos grandes café oscuro muy expresivos, sombreados por anchas y pobladas cejas negras; pulcramente vestido, de amables y corteses modales». Salud endeble, enfermedades dolorosas y dedicación heroica al trabajo, su mejor remedio. El lema de su existencia fue ‘Mientras vivas, alumbra”.

Carlos Herrejón Peredo.