1920-1936
Nació en la ciudad de México en 1864, donde murió en 1936. Fue investigador oficial por muchos años en el Archivo General de la Nación y en la Dirección de Monumentos Coloniales, reconocido por su erudición y a quien particulares interesados en el esclarecimiento de cuestiones históricas confiaron la elaboración de dictámenes, verdaderos estudios -como otras piezas más o menos largas- que valdría la pena recuperar para conocer no sólo las cuestiones a las que se refiere, sino un estilo de trabajo erudito en un medio revuelto por la lucha de intereses, en el que don Francisco dio muestras de cuidado en la apreciación de la autenticidad de los testimonios, de los problemas que enfrentaba el Archivo General de la Nación, al que acudían los litigantes indígenas en busca de sus “títulos primordiales”, de las mañas, etcétera. Al hacerlo, era inevitable, puso también de manifiesto su posición frente a las partes en conflicto. Ejemplo de esto que decimos es el “Informe rendido por el Sr. D. Francisco Fernández del Castillo al Sr. D. Félix Cuevas, acerca de los documentos presentados a la H. Comisión Local Agraria por los vecinos de la Magdalena Mixihucan perteneciente a la segunda Demarcación”, México, 1917, que el interesado hizo imprimir en un folleto junto con sus alegatos. Como quiera que sea, el trabajo erudito de don Francisco es de mérito innegable y en su conjunto fue una colaboración importante para el rescate y conservación del patrimonio monumental y documental de nuestro país. Habría que estudiar esa tarea siguiendo las actividades que desempeñó en el Archivo General y en otros repositorios y agrupar sus estudios dispersos para valorar su obra.
Es evidente el reconocimiento que merecía don Francisco en los años en que se fundó e inició actividades la Academia Mexicana de la Historia, a la que ingresó para ocupar el sillón número 13 en 1920. Sus Apuntes para la historia de San Ángel, San Jacinto Tenanitla y sus alrededores; tradiciones Históricas… se publicaron en 1913 por la Imprenta del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, institución, dicho sea de paso, en la que laboraron personas dedicadas a los estudios históricos y que, de alguna forma, fue el primer escenario profesional para historiadores, es decir, para quienes pretendían vivir de y para la historia. Al año siguiente, en 1914, el Archivo General de la Nación editó la meritísima compilación documental Libros y libreros del siglo XVI, repertorio imprescindible para la historia sociocultural de nuestro país, reimpresa en 1982 por el Fondo de Cultura Económica. La amplitud de la obra de don Francisco es sorprendente, la más de ella quedó inédita y sigue siendo una cantera de información; el título del siguiente libro nos da una idea de ello Doña Catalina Xuarez Marcayda, primera esposa de Hernán Cortés, y su familia; datos tomados de la obra inédita “Biografías de conquistadores de México”, por Francisco Fernández del Castillo, publicada sin pie de imprenta, y en relación con la cual podemos encontrar obras póstumas, como Don Pedro de Alvarado… revisada por Antonio Fernández del Castillo, para su publicación, en 1945, por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Como conjuntos aparte podríamos señalar Luz de tierra incógnita en América Septentrional y diario de las exploraciones de Sonora, por el capitán Juan Matheo Mange, versión notas e índice alfabético por Francisco Fernández del Castillo, que publicó en 1926 Talleres Gráficos de la Nación y, el mismo año por la Editorial CULTURA, Las misiones de Sonora y Arizona, así como la Cantidad de documentos e índices relativos al Tribunal del Protomedicato de Nueva España, según el Archivo de la Facultad de Medicina y muchos textos más relativos a instituciones médicas y a la ciencia de la medicina, que se han venido dando a conocer en tiempos posteriores.
Es necesario acopiar lo publicado y lo inédito de la obra de don Francisco Fernández del Castillo para obtener beneficios inmensos en el campo de la investigación histórica y, claro está, de la propiamente historiográfica, su personalidad de erudito, de hombre de documentos y de libros, nos pone en contacto con un México revuelto en la superficie política y en el que, pese a dificultades de diversa índole, hubo quienes supieron ver con serenidad el pasado para traerlo hasta el presente.
Andrés Lira