Ignacio Villar Villamil

1920-1946

Director Interino de 5 de abril de 1932 por ausencia de don Genero Estrada. Efectivo del 23 de noviembre de 1932. Director Reelecto del 30 de septiembre de 1938 a 30 de septiembre de 1941.

Ignacio Jerónimo de Villar-Villamil y de Goribar, nació en la capital de la república el 20 de noviembre de 1856, en el seno de una familia que se había asentado en Nueva España desde 1696 y que formó parte de los grupos de poder tanto del virreinato como del México independiente. Desde niño desarrolló una verdadera pasión por el conocimiento del siglo XVI, a través del estudio familiar y llegó a ser autoridad en la genealogía y la heráldica.

De acuerdo a la costumbre de las familias prominentes del México del siglo XIX se educó en Europa, en Oxford y después en París, en donde permaneció largos años. Allí casó en primeras nupcias con doña Isabel de Guzmán y Zayas Bazán, familia de origen cubano que había fijado su residencia en la capital francesa. Viudo y sin descendencia volvió a contraer matrimonio en 1898, en la ciudad de San Sebastián, con doña María de la Purificación Joaquina de Ezpeleta y Álvarez de Toledo, descendiente de los duques de Medina Sidonia, quien se habría de convertir en marquesa de Monte hermoso, quinta condesa de Ezpeleta de Veire, quinta condesa de Echauz, decimosexta condesa de Triviana y duquesa de Castroterreño; dignidades por las que fue también conocido en México don Ignacio de Villar-Villamil. Establecido el matrimonio en el palacio de Carais, Francia, don Ignacio se dedicó al estudio histórico familiar. En 1910 publica su primera obra conocida, Las casas de Villar y de Omaña en Asturias y el mayorazgo de Villar-Villamil. Apuntes y recuerdos de familia del archivo familiar con los datos sobre su familia existentes en archivos peninsulares.

Reveses familiares lo obligaron a regresar a México, trayendo consigo una seleccionada biblioteca histórica. Lo raro de la misma y su caudal de apuntes y notas, dirigidas a determinar la personalidad de muchos de los conquistadores y pobladores de Nueva España, pronto comenzaron a ser foco de atención de los investigadores.

Dedicado de lleno a la investigación, frecuentó diariamente tanto los fondos del Archivo General de la Nación, como la Biblioteca del Museo Nacional, además de asistir a las reuniones que la Academia de la Historia celebraba en un pequeño cuarto del antiguo Colegio de las Vizcaínas, las que le proporcionaban la orientación de los académicos en su búsqueda de un material sugerente. Esta participación constante desembocó en su recepción como académico el 7 de junio de 1920, con el discurso «Don Luis de Castilla». Su vasto conocimiento le valió el sobrenombre de «El Salazar y Castro mexicano» En 1932 fue elegido presidente de la Academia Mexicana de la Historia, cargo que había de desempeñar hasta 1935 y para el que sería llamado de nuevo de 1938 a 1941.

Tras su ingreso a la Academia publicó en 1933 su obra más conocida, el Cedulario heráldico de conquistadores de Nueva España. Por ese tiempo preparó una cuidada transcripción de la «Relación que hace don Rodrigo de Vivero de lo que sucedió volviendo de gobernador y capitán general de las Filipinas y arribada que tuvo en el Japón», junto con una erudita nota biográfica de don Rodrigo Vivero, la cual no llegó a publicarse. De la misma época es su estudio La familia de Hernán Cortés publicada como artículo en Primer Centenario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y como obra independiente por la Editorial Cultura.

Él mismo costeó sus publicaciones a pesar de su precaria situación económica. Por entonces escaseaban las revistas especializadas, hasta que en 1940 aparece Divulgación histórica y las Memorias de la Academia Mexicana de la Historia en las que don Ignacio daría a conocer parte de sus trabajos.

Su interés y colaboración generó el desarrollo de estudios genealógicos que tuvo lugar durante la década de los años treinta y cuarenta. Formó distinguidos discípulos como Guillermo Fernández de Recas, Leopoldo Martínez de Cossío, José Ignacio Rubio Mañé, Manuel Romero de Terreros, Alberto María Carreño, Federico Gómez de Orozco, el padre Cuevas y Juan B. Iguíniz. Tras la creación de la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica, fue nombrado primer consejero en heráldica general, en 1943, y después presidente honorario en 1946. Falleció en la ciudad de México el 9 de septiembre de 1945.

Gisela von Wobeser.