Jesús García Gutiérrez

1919-1958

Nació en Huixquilucan en el estado de México el 30 de diciembre de 1875 y procedente de una familia muy religiosa ingresó desde temprano al Seminario Conciliar de México, donde haría sus estudios de filosofía, teología y derecho romano.

En 1900 se ordenó de presbítero y dos años después sirvió como vicario en las parroquias de Tizayuca y de Ameca en su estado natal, pasando después a la de San Cosme en la ciudad de México. Para 1907 obtuvo el nombramiento de vicario fijo de la Magdalena de las Salinas y a mediados de 1912, el de capellán de Coro de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Sirvió en 1924 de capellán en la Merced de las Huertas y en la iglesia del Espíritu Santo en Tacubaya. A partir de 1934 ocupó capellanías particulares en colegios, siendo distinguido por el Arzobispo de México, José María del Río, con el nombramiento de promotor fiscal del Arzobispado. Posteriormente fue juez sinodal, censor eclesiástico y canónigo honorario de la Basílica de Guadalupe.

Desde 1919, la recién fundada Academia Mexicana de la Historia lo distinguió como miembro de número. También lo acogieron en sus filas la Sociedad de Geografía y Estadística, la Sociedad Antonio Alzate y la Academia de Historia de Santa María de Guadalupe, de la que fue presidente.
Su vocación fundamental fue religiosa y por tanto la mayoría de sus escritos tenían ese carácter, no sólo en publicaciones periódicas como El apostolado de la Cruz, La Tribuna, La voz de México, El Tiempo Ilustrado, El siglo XX, sino también historia de imágenes piadosas o de la Virgen de Guadalupe: La capilla del cerrito de Guadalupe (1914), Racolta Guadalupana (1920), Historia de la imagen de la virgen de Dolores que se venera en la parroquia de Acatzingo de la Arquidiocesis de Puebla y su culto (1922), Datos históricos sobre la V Imagen de Nuestra señora de los Remedios de México (1930), Efemérides guadalupanas, Primer siglo guadalupano y Documentación indígena y española (1531-1648) (1931) y Apuntes para la historia de la parroquia de la Asunción de Tenango del Valle (1934).

Desde 1906 había aparecido su primera obra de carácter histórico Compendio de la Historia de México que no pudo sino estar impregnado del celo religioso que los acontecimientos históricos recrudecerían con los años. En 1922 publicaría una de sus mejores obras Apuntamiento de historia eclesiástica mexicana. En 1935 aparecería bajo el seudónimo de Félix Navarrete, Sí hay persecución religiosa en México y dos obras también polémicas, La lucha entre el poder civil y el clero a la luz de la historia y La persecución religiosa en México desde el punto de vista jurídico, seguidas de otras dos en la misma línea de confrontación con el Estado mexicano en 1939 Lo que debe México a la Iglesia y Acción anticatólica de México. En 1941 ven la luz sus Apuntes para la historia del origen y desenvolvimiento del Regio Patronato Indiano y en 1950 La Iglesia católica en la América española, seguida de una útil recopilación de bulas en 1951, Bulario de la Iglesia mexicana. Su último libro La masonería en la historia y en las leyes de México, aparece en 1957. No hace falta decir que se trata de una historia providencialista, muy proselitista, que para nuestros días resulta anacrónica, pero que tenemos que comprender dentro del contexto en el que se generó y que lo convertirían para mediados de 1930, ante la radicalización de la política mexicana y la imposición temporal de lo que se llamó «escuela socialista», en un verdadero cruzado de la fe católica. García Gutiérrez consideró que su deber de mexicano y buen cristiano era trabajar por denunciar el camino errado del Estado mexicano revolucionario. Defendió la tradición occidental representada por España y rechazó, como otros historiadores conservadores radicales las raíces prehispánicas, a las que no concedió la menor importancia. Siguió los pasos de los historiadores del XIX que veían en el federalismo el germen de todos los males políticos, pensando que el país debía de haber acogido lo que él consideró un centralismo parecido al de la colonia.

Sus mayores batallas las emprendió contra la intervención del Estado en asuntos eclesiásticos y el laicismo en la educación, escribiendo contra todos los artículos alusivos a dichos temas en la Constitución de 1917. Su obra, apologética y combativa, tiene parentesco con la de Mariano Cuevas, pero sin llegar a tener los vuelos que el jesuita logró gracias a sus exhaustivas investigaciones y excelente formación.

J. Z. V