Jorge Ignacio Rubio Mañé

1932-1988

Nació en Mérida, el 23 de abril de 1904 en una ciudad y un período ricos en productos culturales de marca yucateca. Como solía suceder con los hijos de la aristocracia peninsular, el joven Jorge Ignacio estudió en Estados Unidos. Casi adolescente, cuando apenas entraba a la mayoría de edad, se inició, conducido por Juan Molina Solís, en el quehacer histórico y en la vida errante. En los años treinta, como investigador de la Carnegie Institution, anduvo metido en fondos documentales de su propio Estado, Campeche y el Distrito Federal. En 1937 fue alumno en el centro universitario de Harvard. En los años cuarenta y cincuenta, desde sus cuarteles en el Archivo General de la Nación y del Instituto Panamericano de Geografía e Historia en la ciudad de México, hizo frecuentes y largas salidas a Madrid, Sevilla, París, Londres, Roma, Génova, Turín, Nápoles, Palermo y varias ciudades españolas dueñas de jugosos archivos.

Anduvo por medio mundo, pero en muy pocas ocasiones salió de su Península. En sus andanzas se hizo de muchas noticias sobre su terruño que agavilló en numerosos libros y artículos: Monografía de los Montejo (1930); Los piratas pafitte; La casa de los Montejo en Mérida Yucatán (1940); Archivo de la historia de Yucatán, Campeche y Tabasco (1942) Don Luis de Velasco, el virrey popular (1946); Movimiento marítimo entre Veracruz y Campeche 1801-1810 (1954) y en cuantiosos artículos que solían aparecer en la Revista de Historia de América, en otras publicaciones periódicas y en volúmenes colectivos como el Catálogo de Construcciones religiosas del estado de Yucatán (1945), donde dio a luz una Reseña histórica» del ámbito yucateco.

Me da la impresión de que pocas veces tuvo alumnos entusiastas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero sí investigadores agradecidos por la forma como condujo el Archivo General de la Nación que entonces ocupaba el piso bajo del ala sur del Palacio Nacional de México. De 1960 a 1977 aquel diligente gordinflón supo dirigir y estructurar al Archivo mayor de México, el Archivo más importante de la América Hispánica. Su notable labor archivística te atrajo al reconocimiento de varios países.

Como quiera, siguió escribiendo. A lo largo de su vida publicó treinta y un libros, tres prólogos, doscientos noventa y seis artículos y diecisiete reseñas bibliográficas. La producción libresca de sus últimos cuarenta años se refiere a toda la Nueva España. Se dice que su obra mayor, publicada en cuatro volúmenes, es la Introducción al Estudio de los Virreyes; su publicación se inició en 1959. De los 74 a los 80 años de edad estuvo en España al frente de la Misión Mexicana de Investigaciones Históricas en los Archivos Españoles. A los 84 años, en abril de 1888 falleció en la ciudad de México.

La Academia Mexicana de la Historia apostó a que Jorge Rubio Mañé iba a ser un historiador fiel, fecundo y sobresaliente. A los 28 años de edad fue electo miembro de número. Durante cinco décadas y pico ocupó el sillón 19 que fue inaugurado por su maestro Juan Francisco Molina Solís en 1919. Según su sucesor en esta Academia, Carlos Bosch García, el maestro Rubio Mañé fue un «trabajador constante y tenaz de la historia, callado y reservado, ensimismado en los documentos a los que dedicó casi la totalidad de su vida, sin reserva y pérdida de tiempo». Dentro de las posibilidades ofrecidas por el arte de historiar escogió el documentalismo. De los muchos espacios que cabe esclarecer por el camino de los documentos, él escogió, en primer lugar, la península yucateca, y en segundo, ese cuerno distante al que le decimos con un poco de pedantería Estados Unidos Mexicanos. De las múltiples etapas de la historia de Yucatán y México, don Jorge Ignacio develó con sumo cuidado la época española. De las muchas caras del acontecer histórico novohispano, don Jorge Ignacio Rubio Mañé, al través de 70 años, iluminó la cara política.

Luis González y González.