JUAN ANTONIO ORTEGA Y MEDINA

1976-1992

Juan A. Ortega y Medina nació en Málaga, ciudad andaluza de España, el 10 de agosto de 1913. Allí emprendió sus estudios que fueron interrumpidos por la guerra civil en la que combatió como oficial del ejército republicano. Tres años después, en 1941, buscó asilo en México, país al que hizo su patria adoptiva y en el que permaneció hasta su muerte el 4 de julio de 1992.

Realizó aquí sus estudios humanísticos en la Escuela Normal Superior y concluyó su carrera profesional en Historia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1952. Larga y fecunda fue la labor humanística y académica de este historiador. Fue sin duda un profesor e investigador que elevó el estudio de su disciplina a una altura importante y dejó frutos intelectuales que han formado a generaciones de jóvenes universitarios. Más de treinta años los dedicó con tenacidad y entrega a impartir historia de España, Didáctica de la Historia, Reforma y Contrarreforma, Absolutismo Europeo, Historiografía General e Historiografía Mexicana en el siglo XIX. Su afán de alentar a los jóvenes aprendices a no dar la espalda a temas históricos que no fuesen estrictamente nacionales, sino profundizar en la historia universal, a conocer fenómenos generales y movimientos que propician los cambios. El maestro dirigió más de cincuenta tesis. En 1991 le fue otorgado el Premio Universidad Nacional en el área de docencia y un año más tarde el Premio Nacional por sus méritos académicos.

Como investigador, Ortega y Medina se interesó profundamente en el ramo de la historiografía, tanto mexicana como extranjera. Recordemos, por ejemplo, sus obras Polémicas y ensayos mexicanos en torno a la historia (1970) y Estudios de tema mexicano, vías por las cuales el autor busca el conocimiento de lo mexicano a través de sus historiadores más representativos. En el terreno de la historiografía universal, la Teoría y crítica de la Historiografía científico-idealista alemana es una obra erudita que transparenta el cúmulo de sabiduría que manejaba.

Gran parte de la atención de Ortega se orientó también a la cultura anglosajona protestante, por lo que fue un amplio conocedor de la historia de los Estados Unidos, sobre todo de la época colonial angloamericana. Le inquietó la relación entre el colonizador blanco y el indio nativo de este hemisferio; estudió a fondo la diferencia esencial entre el catolicismo y el protestantismo, entre España e Hispanoamérica e Inglaterra y los Estados Unidos. Le preocuparon asimismo los aspectos filosóficos e ideológicos, la visión del mundo y la cultura norteamericanas, lo que le llevó a analizar casi todos los aspectos de la experiencia histórica estadounidense: democracia, expansionismo, imperialismo, capitalismo y desarrollo económico, religión, colonización, política frente al indio, literatura viajera, liberalismo, burguesía, filosofía de la historia e historiografía, por citar algunos.

Juan A. Ortega y Medina no sólo profundizó en temas de historia e historiadores mexicanos. También analizó y tradujo con gran maestría y exactitud textos extranjeros de autores como Humboldt, Ranke, Winckelman y Prescott, que de esta manera llegaron a las capas universitarias. Uno de sus objetivos fue buscar el punto de partida y las raíces teóricas, religiosas, filosóficas y metodológicas de la idea y el método de la historia de distintos escritores, que además logró tratar con profundidad dado su gran manejo de distintos idiomas.

Ortega y Medina dejó interesantes conclusiones en sus obras como: México en la conciencia anglosajona (1953), Destino Manifiesto (1972), La evangelización puritana en Norteamérica (1976), El conflicto anglo-español por el dominio oceánico (1981), Imagología del bueno y del mal salvaje (1987), Zaguán abierto al México republicano (1987), La idea colombina del descubrimiento desde México (1988) e Imagen y carácter de JJ. Winckeimann (1992), además de múltiples ensayos, artículos y recensiones. Pero es posible que su mayor legado haya sido el que dejó como formador de historiadores que aprendieron de él la entrega honesta a la búsqueda de la verdad y a los que brindó siempre su tiempo con generosidad infinita.

Gisela von Wobeser