Mi trabajo como historiador y científico social dio inicio en el año de 1984, cuando publiqué un primer artículo dedicado a las haciendas de Yucatán, un tema en el que trabajé hasta la edición en 1993 de un primer libro, con el título De Amos y Sirvientes. Esta indagación de la economía y sociedad de la península yucateca hizo aflorar una temática central: el de la calidad étnica de la servidumbre y de la dominación colonial De manera que el estudio, concentrado en el siglo XIX, tuvo que trasladarse a las mismas bases de la conquista en el objetivo de comprender el funcionamiento o del sistema en su conjunto.
Un asunto nodal que quiero destacar aquí es la decisión de realizar mis investigaciones siempre basado en una rica documentación de archivo conjugada con una cada vez mayor conceptualización económica y antropológica, de modo que el discurso historiográfico fuera enriquecido desde distintas miradas.
Otro elemento que distingue mi labor es la necesidad de repensar siempre el presente al formular las interrogantes acerca del pasado, al grado de incluir seis encuestas, cinco a población maya y una aplicada a otras dos regiones indígenas de México (Oaxaca y La Huasteca). Esto es, emplear los resultados económicos, culturales y sociológicos de la actualidad como motores de búsqueda de la manera como se formaron en el pasado más lejano posible. Así, mi obra puede ser considerada de base empírica. La indagación en repositorios como el Archivo General del Estado de Yucatán, General de la Nación (México) y General de Indias (Sevilla) entre otros dio la posibilidad de crear, conjuntamente con la doctora Gabriela Solís Robleda, de una hipótesis de trabajo de largo plazo que denominamos Espacios mayas de autonomía, obra que fijó los objetivos particulares de investigaciones posteriores hasta ahora en la tarea de emplear una compleja región para estudiarla a profundidad.
El añejo tema de la servidumbre me condujo en específico al importante asunto de la resistencia indígena ante el dominio colonial, una temática que resultó muy fructífera para ayudarme a trascender el esquemático análisis de las causas estructurales y asumir que la cultura y un estilo peculiar de pensamiento habían supervivido a lo largo de los siglos en un movimiento de cambios paulatinos que aseguran la identidad grupal. A la vez, el mismo trabajo inicial sobre las fincas rurales y su transformación me condujo a enfrentar el reto de indagar respecto de la jurisdicción territorial y la propiedad o tenencia de la tierra en la sociedad maya. La aparición de la propiedad por parte de linajes e individuos y del mercado de la tierra desde la época colonial temprana per mitió modelar en el argumento una sociedad más compleja y diferenciada a su interior de lo que hasta hace poco se había popularizado. Con esa conjunción de trabajar información relativa a las relaciones económicas y sociales en Yucatán y datos acerca de la identidad, cultura y pensamiento, traté de establecer vínculos de continuidad y transformación de la población indígena a lo largo de la colonización española y del estado mexicano. Los temas desplegados para esta labor han sido, entre los más import antes, la construcción histórica de la pobreza, los cambios en la tenencia de la tierra, la marginación económica y social y la continuidad identitaria expresada en un proyecto social histórico.
La copiosa documentación que he podido reunir hasta ahora – que auxilia asimismo diversos proyectos de posgrado abrieron un campo más amplio y profundo de análisis en los últimos diez años. El de la naturaleza del tipo, modo o sistema económico que caracterizó el desarrollo mexicano. Es la última aportación que ofrezco en el libro que lleva por título El fracaso del «capitalismo» en México. Se trata de una propuesta de caracterización que nos debe ayudar a comprender la existencia del México actual con su inmensa problemática de pobreza, violencia y falta de esperanzas.
El análisis expuesto en libros y artículos y el trabajo colectivo que he procurado con colegas historiadores y antropólogos ha permitido, por otra parte, impulsar la edición de fuentes documentales inéditas, valiosas y de difícil acceso para estudiosos y público. Es una labor que incluye la paleografía, la crítica y la interpretación de las fuentes publicadas.
Por último, el diseño institucional ha sido una de as labores que implicaron esfuerzo en mi carrera, en especial la const rucción de la Unidad Peninsular de Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social en la ciudad de Mérida, desde el año 2000, tarea colectiva de largo aliento, y el posgrado en historia que se cultiva en esta Unidad desde 2008, con excelentes resultados por la calidad de sus tesis y niveles de titulación. En este posgrado en historia he podido generar una materia con el nombre de «Sociedades antiguas y coloniales» que renuevo con cada generación, e impartir cursos enfocados a la economía con una mirada más amplia que la misma producción.